#16: ¡Les toqué hasta la guitarra y en especie me pagaron!


Semana de receso, 2001. A mí no se me olvida ni mierda ¿no? Yo había bajado de Bogotá a Neiva, y el fin de semana antes de volver me pegué mi pasadita con mi parche de rumba por Zhakara. Tuquio ese chuzo como él solo.

Yo llegué, me senté en la barra, pedimos la botella y empezamos a calentarnos a puntae' guaro.  Ahí, al ratico, divisé a una ex y a un gocecito que tuve ese mismo año, cada una de ellas en su propio parche, con su propia gente.

La primera que llegó a saludarme fue el gocecito, Andrea: “¡ole! ¡Y usted qué! ¡Por qué no se dejó ver! Marica, usted es muy falso ¿no?”. “¡Oiga! ¡Pero qué! ¡Cuidado me da un beso! ¡Venga p’acá y me saluda bien!”. La nena se me acercó, nos saludamos de pico.

La noche se fue caldeando y ella se quedó ahí conmigo. Todos en parche bailábamos, nos sentábamos, bailábamos otra vez y nos sentábamos de nuevo en la barra. En una de esas idas y vueltas, y ya bien calienticos, yo me senté en la banca y la nena muy casual se me subió y me puso severenda arroba de nalga pulpa encima de las piernas. Hijo de puta.  

No pasó un minutico y adivinen quién llegó: “¡que pase la ex novia!”. Luisa nos saludó muy normal: “Quiubo ¿y ustedes qué? ¿Qué más?”. La nena, se tomó su confianza, arrimó una banca, y se sentó al lado de nosotros. Qué cosita bien extraña.

Con todo dándose muy casual, en menos de nada, la cosa se volvió una recochita bien apretadita de tres borrachitos: “¡oiga Andreaff! Usté por qué no me ¡hick!... volvió a llamar… Por qué anda… tan ¡hick! abierta”. “¡Sí Andrea! Por qué no ¡hick! volvió a… llamar a Cristian”. “¡Ay Luisa! Su… ex… es un ¡hick!… es un perro ¡hick!”.

Y con esa modorrita deliciosa que da el guaro, y con semejante melosería trifásica entre esas dos nenas y yo, lo inesperado, sucedió (¡ok! ¡Yo colaboré! ¡Jajajaja!).

Ahí sentado, en un movimiento de púber bien sutil, le puse una mano a Andrea en una teta, mientras que con la otra le hice el viajao’ al culo de Luisa: “¡Aaargghh! ¡Hijo de las mil puuutaaas!”, grité yo por dentro. Acto seguido, y sin sospechar dónde tenía la otra mano, Andrea se me gira y “¡tun!” ¡Me pega mi rumbiadita! Y al girarme de vuelta, la otra, sin haberse dado cuenta de lo que acababa de pasar, “¡tun!” ¡Venga p’acá Cristian esa jetica! ¡Y todo en el mismo butaco! ¡Yo quedé como si me hubiera atropellado el camión de los ositos cariñositos!

Después de semejante adulterio las nenas se fueron. Yo, hasta ahora, he mantenido esta historia en secreto pero ya procedí a notificar a las involucradas, hoy en día, apreciadas amigas mías, 
para revolverles la memoria. ¡Pelaos! ¡No siempre el puesto de los músicos es el más malo!

2 comentarios:

  1. Uyyy!!! Disque me toco la guitarra!!! Aprovechado el muchacho!! La Andrea fue mas regalada dentro de lo este flashbakc alcanza a traer mis recuerdos!!! Porq si estaban bn ocultos en mi memoria..... Jajajajaja.... Que enlagunada.... Igual GOZADERA!!! La vida es pa disfrutar. LUISA

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    1. Jajajaja! Vieja Luisa! No podemos decir que no vivimos nada! jajajaja! Te llevo en la buena bombón!

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