Octubre 2006. Yo
venía en el carro por toda la 15, a eso de las 4:30 PM. El semáforo de la 100
me tocó en rojo y quedé de primero en la fila. De repente, un aguacate de tránsito se cruza la glorieta entre los
carros, acercándose hacia mí. “¿Y aquí qué vergas?”, me dije.
El semáforo no
había cambiado, y efectivamente, el tombo se me acercó y me golpeó el vidrio.
Yo lo bajé: “dígame agente”. “Señor, me da pena con usté pero usté está en pico
y placa”. “Agente, ¡yo tengo entendido que es de 5 PM a 8 PM!”, le contesté. “No’eñor,
el pico y placa ahora es desde las 4, sálgase de la vía pa’ ponerle su comparendo”.
“¡¡¡Argh!!! ¡¡¡Jue’ puta!!!”, grité pa’ mis adentros.
Entonces, empecinado
en que el hijo de puta estaba equivocado y me la quería montar, le dije: “agente,
me da pena con usté pero voy a llamar al tránsito a rectificar”. Marqué, me
contestaron, y efectivamente, el hijo de las mil putas de pico y placa lo
habían cambiado, y yo, orondo, no me había dado cuenta.
Entonces empecé a
tratar de voltearlo (no sobornarlo; tengo un fuertísimo sentido del deber). Me
percaté que justo por el andén en el que el tombo me había hecho subir, había
un parqueadero: “agente, mire, colabóreme; déjeme meter el carro a este
parqueadero. Yo parqueo ahí y escampo el pico y placa y listo”. El hijo de puta
no cedía.
Yo le insistía: “agente,
de verdad; yo acepto el error pero mire que estamos enfrente de este
parqueadero; déjeme yo meto el carro ahí”. Nada, el man quería plata pero yo no
se la iba a dar.
Entonces, le metí
esta: “hermano, mire, yo no sabía del cambio del pico y placa porque yo soy de
Neiva”, le dije. “Mire la placa”, dije señalando la NVS 144, natural de la hermosa
capital del Huila.
El man, que a esa
altura estaba sacando su agenda, esfero y hasta pa’l putas pa’ partírmela, levantó
la cara, miró la placa y me preguntó: “¿de dónde me dijo que es el señor?”. “De
Neiva, jefe; yo soy de Neiva y estoy acá haciendo unas vueltas”.
Entonces el tombo cambia totalmente su expresión y en severendo giro
me espeta la siguiente frase, con el más solfeado de los acentos: “¡¡¡uyyy amijtá!!! ¡¡¡No me salga ujté con esaj manooo!!! ¡¡¡Puej yo también joy de Neeeeivaaaa!!!”. Yo, mi querido lector, me fui pero de culo. Entonces, por obvias razones, aprovecho y saco a flote toda mi “opitanidad”:
“¡¡¡Weeepa cuñao!!! ¡¡¡Buen primor!!! ¡¡¡Dígamen eso!!!”.
El opita me da la mano y continúa: “¿y ujté onde vive amistá?”. “¡Nooo cuñao'! ¡Yo vivo ahí en Tamarindoooj! ¡Detraj del Ésito (Éxito)!”. “¡Jajajaja! ¡Uyyy cuñao’!
¡Pero qué tal la chiripa (coincidencia)! ¡Yo vivo ahí en Laj
Granjaaaj! (un barrio contiguo)”, dijo él. Yo estaba tieso como una tapia.
Y entonces, el amable
paisano me dicta la sentencia: “lijto cuñao’ ¿toncej sabe qué máj bien? Meta
la nave ahí en el parqueadero y quédeje ahí quietiiiiico mientraj pasa el pico
y placa ¿oyó? ¡¡¡¡Y puej cualquier cosa noj vemoj en la tierrita!!!!”.
Eh Ave María... Muy cierto lo que
me dijo un amigo extranjero alguna vez: “¡mate! It’s incredible but, wherever I go in this world,
¡there’s always a fucking guy from Neiva!”. En otras: “¡Parce! Es increíble
pero a toda parte del mundo que voy, ¡siempre hay un hijo de puta opita!”.
¡Juzguen ustedes!