#38 ¡La Novia de Pepe Le Peu!

Octubre de 2003. Estábamos el gringo, la amiga que me tiré en el último piso de un edificio de mi conjunto, una amiga de ella y yo. Llegábamos al barrio, algo prendos, a seguirla en las gradas de la cancha de fútbol.

La verdad, que muy normal la cosa: hablando mierda, rajando del prójimo, fumando como murciélagos. Eran como las 11 de la noche. El gringo y mi amiga hicieron su corrillo, y yo, gradualmente, empecé a integrarme con la otra nena.

El caso es que nos dieron como las 3 de la mañana, jartos, jetos y trasnochao’s, y a mí se me fue dañando la cabeza: “a esta nena le voy a pegar su taponazo”, pensaba yo.

La nena se reía conmigo: “¡ay Cris! ¡Tú eres un loco! ¡No seas tan chistoso!”. No hay arma más hijue’ puta para tirarse a una vieja, que hacerla reír. 

Ya en el punto más oscuro de la madrugada, el gringo desertó: “marica ¡hick! Me voy pa’ la casa”. “Hágale gringo, hablamos mañana”. Yo me quedé con las dos nenas cagados todos de la risa. Luego, mi amiga, la de la candente historia del último piso, también feneció al rato: “Ale, marica, me voy ya a dormir… ¿ustedes se quedan?”. La pelada respondió: “claro, acá todavía queda trago”.

“Uy, jue’ puta”, pensé yo.

Yo me quedé hablando con la nena, con la madrugada apenas aclarando. Y efectivamente, como presagiaron las risas, nos empezamos a rumbiar. La cosa se fue calentando, y empezaron las manitas a corretear. La nena me metió la mano por las bermudas, y yo le mandé las garras a las 7 tonificadas arrobas de pura ubre (¡Arrrggghhh!).

La nena preguntó afanada: “¿dónde lo hacemos?...”. Y yo, hombre persistente  amante del riesgo ¡adivinen con qué le salí!: “Oye… pues si quieres vamos al último piso de uno de los bloques” (¡jajajajajajaja!). ¡Y en 5 minutos, ya estaba yo repitiendo la misma escena de un par de meses atrás, y con una amiga de la primera protagonista! (¡jajajajajaja!).

Pero quietos; quietos mis queridos, que la cosa no acaba aquí.

Subimos al último piso, esta vez el de otro bloque; nos rumbiamos, me bajó la cremallera, me lo sacó, yo me le colgué de zipotes flotadores… y cuando la nena se bajó las tangas y quedó sólo en faldita, yo, mi apreciado lector empecé a notar que algo andaba mal: “buuuffff jue’ puta, esto qué es…”. El aire se cortó con un olor fétido, pútrido; la nena continuaba encendida.

Yo seguí en la vaina, pero ya cuando la tendí en el piso, simplemente no pude más. La zona íntima de la nena olía a pura mofeta… No, no, no, jue’ puta… La verdá que yo me sentía tirando en el relleno “Doña Juana”... 

“¡Oyeee! ¡Qué te pasaaa!”, exclamó la pelada entre la frustración y la rasca. Yo solamente le dije: “Oye, no, mira… estoy muy rascao’ ya, me quiero ir a acostar”; obviamente no le iba a decir que lo que pasaba era que ella tenía ese chocho enjuertao'... La nena entonces se puso las tangas y se fue un tanto emputecida. Años después supe que se había vuelto lesbiana. ¡No la culpo! ¡Eso del PH de la zona íntima es una mierda que uno de hombre no entiende!

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