#28: "Tú me encantas... ¡Toma en esa puta cabeza!".

Nos fuimos 3 manes y 3 chicas a acampar a Betania. Julieth, una de las nenas que iba, me gustaba. Yo lideraba el paseo, y dije: “con este plancito, le saco unos piquitos a la nena”. Ni se imaginan la manera tan romántica en la que se los pedí.

Llegamos como a las 5 de la tarde a la isla, pusimos la carpa y nos metimos al agua a ver el incandescente atardecer. Una putería de plan. Llegó la noche súper estrellada; la luna se reflejaba en la laguna. Era el plan romántico por excelencia.

A eso de las 8:30, les dije a los otros dos maricas que ya era hora de ir por más leña. Las chicas quedaron sentadas en las colchonetas enfrente de la carpa. Nos fuimos por toda la orilla recogiendo palos y lanzándolos cerca de la carpa para apilarlos. De lejos se oían las chicas jodiendo con la guitarra, cantando a coro destemplado.

Sin mirar mucho hacia dónde, lancé uno de los palos por los aires y 4 segundos después, escuché un “¡TUN!”. Las chicas se callaron en seco. Mis dos amigos y yo volteamos a mirar. “¿Qué sonó?”, dijo Juan Carlos… Julieth yacía en el suelo, enroscada, con las manos en la cabeza, y la guitarra estaba a dos metros… “¿Pero qué hijo de las mil mierdas es lo que acabo de hacer?”, me dije.

Pues sí señores, que el único capaz de invitar a un levante a un paseo para romperle la cabeza con un hijo de puta tronco, soy yo.

“Corran maricas, algo pasó”, dijo Pipe. Llegamos a la carpa. La nena estaba en el suelo revolcándose del dolor, y las otras dos que estaban con ella, entraron en pánico. “¡¡¡Marica!!! ¡¡¡Marica!!! ¡¡¡Alguien le pegó a Julieth un palazo en la cabeza!!!”.

Como líder del paseo, adivinen a quién voltearon a mirar. “¿Qué les pasa? ¿Por qué me miran a mí?”, dije como un hijo de puta cobarde. Mientras la china seguía revolcándose en el suelo, Pipe preguntó con esa carita filuda de altísima sospecha: “marica, ¿en serio no fue usté?”. Todos me miraron con severendo ojo. Yo saqué todos mis dotes actorales, y con una solemne y preocupada seriedad, tratando de esconder la risa y total vergüenza que sentía, les respondí: “marica, se los juro que no fui yo”.

Me creyeron. Pero eso no evitó el drama tan hijo de puta que se me desataría a continuación.

 “Marica, yo creo que acá, fijo, fijo, nos van es a violar”, dijo Jessica. “Cristian, marica; lo mejor, es que nos abramos; acá nos van es a pelar”, dijo Pipe. “Pues si Cristian no fue, alguien tuvo que haber sido, y el que tiró ese palo, lo que nos quiere es espantar”, dijo Mechas. O sea, se armó la suck my ass.  

“Un momento, esperen, esperen. ¿Pa’onde nos vamos a ir a las 9 de la noche?”, dije yo, tratando de salvar la situación. “¿Usté es que es marica Cristian? ¿No ve que acá nos quieren es matar?”, Pipe contestó. Julieth, la víctima, se desenroscó y volvió en sí, y dijo: “quiero irme ya d’esta puta isla. Voy a llamar ya a mis papás”.

O sea, ese paseó ya era una total mierda. Y por favor no me recuerden quién se lo tiró.

Llamaron a los papás; Julieth les contó. Los señores se iban a venir. Yo insistía: “Marica, frescos, frescos, ya. Pudo haber sido un accidente. Acá hay gente que tiene fincas; acá nunca nos ha pasado nada; cálmense de verdad”.

Yo jodí, insistí, les di miles y miles de posibles explicaciones de por qué no había razón de preocuparse cuando, de la nada, y en un paseo en la fatuta mierda, lo bombardean a uno con troncos. ¡Jajaja! ¿Tenía un poquito de huevo no?

Pero bueno; finalmente, los convencí. Mucho putas. Se quedaron, me quité todas las sospechas de encima, nos fuimos a dormir. Alguna vez, en una rumba, ante la propia víctima y ante los otros personajes de la historia, me confesé. Todos, se cagaron de la risa. A Julieth le dije: “marica, es que a mí, en el amor, se me da bien eso de innovar ¡jajaja!”. ¿Ustedes? ¿Cómo la ven?