Ya después, como unos 15 minutos antes
de irnos de la visita, el portero llamó diciendo que bajáramos a correr el
carro. “Este portero sí es güevón”, dije yo. Querido lector: usted no se
imagina lo que sucedería a continuación.
Cuando llegamos al
parqueadero, un señor de unos 68 años me recibió así: “¿usted es el hijue’ puta
abusivo que parqueó aquí? Este es mi parqueadero ¿por qué no respeta? ¿Atarbán?”.
“Señor, qué pena con usted; nosotros somos visitantes y el portero nos ubicó
aquí”, le contesté en un tono bien conciliador.
Mi novia, alias “Karina”, se
empezó a meter: “¡¡¡oiga!!! ¡¡¡Viejo abusivo!!! ¡¿Qué le pasa?! ¡¡¡Respete!!!
¡¡¡Hijue’ puta usted!!!”. Yo le dije: “marica, métete al puto carro y nos vamos
ya, sencillo. Ya no más, cállate ya, en serio”. De repente, del carro, se abre
una puerta y sale una cucha.
La vieja se bajó emputecida
al ver que mi novia se empezó a enfrentar con el señor: “¡¡¡hijue’ putas
abusivos!!! ¡¿No se van a quitar?! ¡¡¡Me hacen el favor y se largan ya de mi
edificio!!! ¡¡¡Lárguense!!!”.
Evitando a toda costa una
asonada en ese parqueadero, les dije: “listo señora, tranquila, dígale a su
esposo que corra el carro y nosotros nos vamos”. Entre madrazos y gritos, el
abuelo, hecho un energúmeno, corrió su tiesto para yo poder salir.
Y es ahí donde, ya listos en
mi carro para irnos, alias “Karina” baja el vidrio, saca medio cuerpo por la
ventana, y le lanza la siguiente “granada de fragmentación” a la abuelita: “¡señora!
¿Sabe qué? Usted debería cuidarse de estos escándalos porque usted ya esta pa’
morirse, y me le puede estar es dando un infarto”. Uyyyy Jesús...
La viejita, gimiendo un
sentidísimo “¡¡¡malparida!!!”, se abalanza sobre mi carro y cuan gordita era,
se me cuelga del espejo del copiloto, arrancándomelo. La otra, hecha una completa
chita, saca las garras y se las manda a la cuchita, terminando las dos en tremendo
costal de puño y uña. Yo, mi apreciadísimo lector, no podía creer esa mierda.
Yo me bajo del carro a
atravesarme entre las dos, y el cucho se me manda pensando que yo le iba a
cascar a la señora. Ahí mismito me percaté de que si la cosa no se paraba, iba
a terminar era pero la guerrilla ahí metida en ese parqueadero. Entonces las
separé, y el cucho de una trancó la carrera y se calmó.
“¡¡¡China hijue’ puta!!! ¡¡¡Me
rompió las gafas!!! ¡¡¡Mire cómo me dejó la cara!!!” gritaba la señora con esa
cara vuelta mierda. El Thundercat de
mi novia, aún entre el carro, también estaba arañada por todo lado. Ya había medio edificio ahí abajo mirando semejante espectáculo. Yo le
dije a la señora: “¡¡¡mire lo que acaba de hacer!!! ¡¡¡Me arrancó el espejo del
carro!!! ¿Qué más nos va a hacer solamente porque parqueamos por error aquí?”.
Todos se calmaron. Empezó la
discusión del arreglo: la vieja decía que le pagara las gafas. Yo le dije: “con
mucho gusto, pero si usted me paga a mí el espejo”. Pero la verdad, mis queridos,
la cosa había sido tan asquerosamente ridícula, que yo no quería un culo. Nos
subimos al carro y arrancamos. Al macaco con rabia de mi novia, arañado y vuelto
chicuca como quedó, le dije hasta mierda.
“¿Usted es que es bruta Viviana?
Ya estábamos subidos en el carro arrancando ¿y usté tenía que sacar la cabeza
pa’ gritarle esas mierdas a esa cucha? ¿Qué era lo que usté quería ganar pegando
la última puñalada? ¿Qué me volvieran mierda el carro?”. Indignada, la imbécil
esa me dijo que ella “defiende a capa y a espada a los que ama”. Tanto me
defendió que siendo ella la detonante de semejante motín, no tuvo la delicadeza
de darme ni 10 mil pesos pa’ arreglar el espejo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Gracias por opinar, pero no como en El Tiempo.com: