#29: ¡Atacados por un par de ancianos en un parqueadero!


Fui a visitar a una amiga a su apartamento. Fui con mi novia de la época, que tenía el temperamento de alias “Karina”, la desmovilizada de las Farc. Entrando, el portero me ubicó en el parqueadero de un residente porque el de visitantes estaba todo lleno. No le dije nada.

Ya después, como unos 15 minutos antes de irnos de la visita, el portero llamó diciendo que bajáramos a correr el carro. “Este portero sí es güevón”, dije yo. Querido lector: usted no se imagina lo que sucedería a continuación.

Cuando llegamos al parqueadero, un señor de unos 68 años me recibió así: “¿usted es el hijue’ puta abusivo que parqueó aquí? Este es mi parqueadero ¿por qué no respeta? ¿Atarbán?”. “Señor, qué pena con usted; nosotros somos visitantes y el portero nos ubicó aquí”, le contesté en un tono bien conciliador.

Mi novia, alias “Karina”, se empezó a meter: “¡¡¡oiga!!! ¡¡¡Viejo abusivo!!! ¡¿Qué le pasa?! ¡¡¡Respete!!! ¡¡¡Hijue’ puta usted!!!”. Yo le dije: “marica, métete al puto carro y nos vamos ya, sencillo. Ya no más, cállate ya, en serio”. De repente, del carro, se abre una puerta y sale una cucha.

La vieja se bajó emputecida al ver que mi novia se empezó a enfrentar con el señor: “¡¡¡hijue’ putas abusivos!!! ¡¿No se van a quitar?! ¡¡¡Me hacen el favor y se largan ya de mi edificio!!! ¡¡¡Lárguense!!!.

Evitando a toda costa una asonada en ese parqueadero, les dije: “listo señora, tranquila, dígale a su esposo que corra el carro y nosotros nos vamos”. Entre madrazos y gritos, el abuelo, hecho un energúmeno, corrió su tiesto para yo poder salir.

Y es ahí donde, ya listos en mi carro para irnos, alias Karina” baja el vidrio, saca medio cuerpo por la ventana, y le lanza la siguiente “granada de fragmentación” a la abuelita: “¡señora! ¿Sabe qué? Usted debería cuidarse de estos escándalos porque usted ya esta pa’ morirse, y me le puede estar es dando un infarto”. Uyyyy Jesús...

La viejita, gimiendo un sentidísimo “¡¡¡malparida!!!”, se abalanza sobre mi carro y cuan gordita era, se me cuelga del espejo del copiloto, arrancándomelo. La otra, hecha una completa chita, saca las garras y se las manda a la cuchita, terminando las dos en tremendo costal de puño y uña. Yo, mi apreciadísimo lector, no podía creer esa mierda.

Yo me bajo del carro a atravesarme entre las dos, y el cucho se me manda pensando que yo le iba a cascar a la señora. Ahí mismito me percaté de que si la cosa no se paraba, iba a terminar era pero la guerrilla ahí metida en ese parqueadero. Entonces las separé, y el cucho de una trancó la carrera y se calmó.

“¡¡¡China hijue’ puta!!! ¡¡¡Me rompió las gafas!!! ¡¡¡Mire cómo me dejó la cara!!!” gritaba la señora con esa cara vuelta mierda. El Thundercat de mi novia, aún entre el carro, también estaba arañada por todo lado. Ya había medio edificio ahí abajo mirando semejante espectáculo. Yo le dije a la señora: “¡¡¡mire lo que acaba de hacer!!! ¡¡¡Me arrancó el espejo del carro!!! ¿Qué más nos va a hacer solamente porque parqueamos por error aquí?”.

Todos se calmaron. Empezó la discusión del arreglo: la vieja decía que le pagara las gafas. Yo le dije: “con mucho gusto, pero si usted me paga a mí el espejo”. Pero la verdad, mis queridos, la cosa había sido tan asquerosamente ridícula, que yo no quería un culo. Nos subimos al carro y arrancamos. Al macaco con rabia de mi novia, arañado y vuelto chicuca como quedó, le dije hasta mierda.

“¿Usted es que es bruta Viviana? Ya estábamos subidos en el carro arrancando ¿y usté tenía que sacar la cabeza pa’ gritarle esas mierdas a esa cucha? ¿Qué era lo que usté quería ganar pegando la última puñalada? ¿Qué me volvieran mierda el carro?”. Indignada, la imbécil esa me dijo que ella “defiende a capa y a espada a los que ama”. Tanto me defendió que siendo ella la detonante de semejante motín, no tuvo la delicadeza de darme ni 10 mil pesos pa’ arreglar el espejo. 

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