#6: "¡¿Ustedes qué están haciendo ahí?!".


Una chica de mi conjunto y yo veníamos de un cumpleaños de unos amigos en común en Limón y Menta, en Neiva. En esa época (junio 2003, creo) el chuzo todavía aguantaba para ir a tomarse unas polas. Hoy en día, es puñalada con anestesia porque uno no se da ni cuenta.

Entramos a eso de las 12 pm al conjunto, medio prendos, y nos sentamos en una banquita al lado de uno de los bloques. Hablamos mierda un buen rato. Dentro de la casualísima charla, la nena me bota semejante perla: “oiga, creo que usted y yo nunca hemos tirado ¿no?”. “No, no ¿por qué?”. “Camine, camine tiramos”.

"Bueeeenop. Ya que insiiiiistep". La cuestión es que, sin plata, sin casa, y por hacer la más fácil, le dije: “subámonos acá al último piso del bloque. A esta hora ya no hay nadie por ahí y allá estamos sanos a oscuras”. ¡Y sí señores! ¡Nos hemos subido al quinto piso del edificio para "¡purrundundún!".

Nos sentamos en el piso, nos pegamos qué rumbiada. Yo le quité la blusa, el brassier, le cogí a besos esas tetas (¡Argh Dios mío!). La nena se fue de mano al paquete, me abrió la cremallera, tremendamente explosiva la cosa.

Estábamos ad-portas de severa bacanal pagana cuando, de repente, lo absolutamente inaudito, sucedió. En pleno manoseo en la penumbra, y casi sin ropa los dos, la luz del piso, se prendió: "¡Fssshhhh!" sóno semejante destello; la nena lanzó un "¡ay!" así punzante, escandaloso, pero bien cortico. Pa' mis adentros yo dije: “hijo de puta ¿en qué vergada me metí?". 

En medio de los 3 millones de voltaje nervioso, yo me di vuelta de reojo (estaba de espaldas a la escalera) y vi una silueta en el último escalón. Era un man.

La nena se encogió como un gusano entre mis brazos (Oh, qué romántico), y yo le pasé la blusa para que no le vieran las tetas. Lo más perro de la situación, es que el man (que yo no alcancé a distinguir con el rápido guiño) se quedó ahí. Parado. Como un mal nacido hijo de puta. Y silencio, tetas, verga, el man y la luz prendida, eran los únicos elementos de semejante pintura.

Inmediatamente, el tipo espetó: “¡¿Ustedes qué están haciendo ahí?!” (Nada, maricononón, estamos jugando Batalla Naval). Todos hechos un nudo para que no nos vieran, nos quedamos callados, en bola. Yo lo único que pensaba era: “Ok, maldito rapaz, quien quiera que seas, nos pillaste, hijo de puta, pero si venías a ver culo y tetas, no voy a soltar a la nena hasta que apagues la puta luz”.

El man, al ver que nadie hizo amago de absolutamente ni mierda, y sin más, apagó la luz y se abrió. “¡Aaaaaarrrgggghhhhh! ¡Maricaaaa! ¿Ahora qué vamos a hacer? ¡Qué mierdaaaa!”. Consternados, avergonzados, con ganas de un culo, quedamos ahí sentados en el suelo del 5to piso.  

Entonces vinieron los “¿Pilla? ¡Yo le dije! ¡Pa’ qué nos subíamos acá! ¡Pero fue usted el que dijo! ¡La que aceptó fue usted! ¡Bla bla blá! ¡Ya pailas!”. No obstante, yo, hombre sólido, cumplidor y responsable, que acaba siempre lo que empieza, le dije: “Bueno, el man ya se fue, ¡Y yo con susto no me voy a ir a acostar!” (¡jajaja!).

Habiendo terminado con la faena, los días subsiguientes fueron de lo más bizarro. El susodicho voyerista y aberrado sexual (ojo, yo no hice nada malo ¡jajaja!) resultó ser (señoras y señores) ¡el portero!, así que cada vez que yo entraba, salía o el man me anunciaba una visita, nos dábamos esa miradita de “tú sabes hijo de puta, tú sabes”.

La cosa no pasó de un chismecillo de conjunto. Al porterillo al tiempo lo trasladaron y esta historia solo sale en las bebetas al lado de la piscina. Sin embargo, mis bombones, siempre quedará la reflexión: ¡pilas dónde juegan Batalla Naval!.  

3 comentarios:

  1. Y aparte de emborracharte y pichar, ¿qué más haces?

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    1. Esta ortografía bien peinadita, perfumada y bien vestida, la conozco.

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  2. AYYY NEGROOO LE VIERON EL CHICHISITO??? EL PITUCHITO? EL PRINCIPITO ALBERTO? LA ALCANCIITA? LAS NALGUITAS DE MAMA? LOS TETERITOS DE ABUELITA??? JAJAJAJA
    debio ser inteeensoooo

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Gracias por opinar, pero no como en El Tiempo.com: