Fui
baterista por casi 10 años. Tuve banda de metal, hicimos 100 toques, éramos los
putas. Salimos en prensa, radio, y hasta Rock Al Parque llegó a estar a la
vuelta de la esquina. Fue una de las épocas más bacanas de mi vida.
Para 2001 me contactó un amigo también músico para que les hiciera la batería en
un concurso de bandas de la Facultad de Ingeniería de la Javeriana que se
llamaba “Pi de Plata” (Pi, el número). Así que, llegada esa noche y después de
ensayar bien la vaina, nos subimos al escenario que ocuparían 19 bandas más.
Súper
luces, el re sonido. Para la segunda canción de la velada, me guardé mi as bajo la manga con un pequeño solo: “Rutúm tutúm, tum, tututá, tatá, frrrtá,
frrrtá, ratatatatátum tum tututuprá”. ¡jajaja! ¡Qué descreste! Pero siendo siempre
un golpeador duro, y no muy técnico en aquella época, sentí por el tercer tema que la
baqueta se me iba a partir.
“¡Uuuuuuy!
Mieeeerda”, dije. Sin baqueta, no tendría con qué pegarle a los tambores ni a
los platos. Había un batero de una banda de punk detrás del escenario, bien al
lado mío, así que le hice miles de gestos, desde la batería, para que me
prestara una de las suyas. El hijo de puta no me entendió o hizo lo propio para que yo no se las partiera.
Y
sí señores, efectivamente, en la quinta canción, sucedió lo más indeseable para
un baterista: “¡Crack!”… Quedé con un pedazo de baqueta tan largo como un
lápiz, y por acción del movimiento, se me metió una astilla en todo el ojo.
Tuerto y con media baqueta, por supuesto que la cagué.
Se
me fue el tempo, me descaché mil veces; una completa mierda enfrente de los
(seguramente) más de 500 asistentes al auditorio Félix Restrepo de la
universidad, y de los otros 19 bateristas de 7mo semestre de la Facultad de Música
(weón). Me dije “¡Argh! qué putada. No es sino acabar esta canción y ya”.
Nos
bajamos del escenario y le dije a Ardila: “¿sabe qué? Me abro para la casa”. “Venga
¿pero por qué se va? ¿No se va a quedar a ver la premiación?”. “No Ardila, todo bien. Toqué como un culo y me quiero ir ya. Avíseme
mañana quién ganó”.
Al rato, estando en mi casa tomándome unas polas con el Gringo, amigo músico de
toda la vida, sonó el timbre. Eran el negro y Leo Rodríguez, quienes me tiraron
este “irónico” saludo: “¡Bueno! ¿Y qué dice el mejor baterista del Pi
de Plata?”. “¿Ustedes fueron al toque? No marica, qué oso tan paila el que hice yo allá”,
les contesté.
El
negro me dice: “Bueno ¿Y por qué fue tan idiota de no subir a recibir el
premio?”. “¿Cuál premio?”. El negro me contestó:
“¡Pues el premio que se ganó! ¡A usted lo nombraron el segundo mejor baterista
de la noche!”. "¿Qué qué...?"
El
lunes siguiente, en la universidad, amigos, conocidos y extraños me corroboraron
lo absolutamente ridículo e incierto (para mí, por lo menos). Efectivamente, como lo había dicho el
jurado del concurso al final de la velada: “¡Queremos llamar aquí al escenario
a Cristian Bustos, para que reciba el premio al segundo mejor baterista del Pi de Plata de la Facultad de Ingeniería Javeriana!”. Qué pena, los dejé plantados.
Pero hoy, recordando esa noche tan singular en mi trayectoria como músico, solo puedo hacer la venia y decir: “Gracias…
¡Totales!”.
Viejo cris, usté era el chacho, chevre la historia.
ResponderEliminarVictor
este man era severo visaje en la batera, bacano,, le ponia la pata a los duros.
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