Yo la verdad que he
sido malo, malo para las sustancias psicoactivas. No me hacen, no me traman. Admito
haber fumado yerba 5 veces en la vida, siempre con las más disparatadas
consecuencias. Esa noche, después de andar dando vueltas por Bogotá en el carro
de un amigo salíamos de una casa de lenocinio.
Hasta esa instancia
yo había manejado el carro de mi amigo porque él estaba ebrio, y los otros dos
no tenían pase.
“Deme las llaves”,
me dijo al salir. “Marica ¿ya está bien pa’ manejar?”. “Sí, sí, fresco, deme
las llaves”. Sólo atiné a decirle: “ojo, ahora no es que nos vaya a matar”.
El man arrancó y
cuadra arriba por la calle 90 se compró un carrujo. Lo encendió y arrancó a 400
por hora por la 92 y cogió la autopista. Yo iba atrás a la izquierda, detrás de
él. Otro iba de copiloto y el que estaba sin pase iba al lado mío.
Cuando mi amigo me
pasó el carrujo, el copiloto dijo “venga, suba por acá y comamos algo en la 116”.
Mi amigo, en aparente estado, pisó el freno y giró el timón completo a la
derecha con una chance de tomar la curva de un 0,00032%. Eso voló mierda al
zarzo.
El carro terminó
sobre el andén de 60 cms debajo del puente de la 116, con la caja en el piso y
un poconón de vapor saliéndole del radiador. El man se abrió la cabeza, yo me
quemé la cara con el carrujo, el que iba al lado mío rebotó como un manimoto, y
el mancito que iba de copiloto no sé por qué mierdas dijo: “¡Cuidado! ¡Casi
mata a un genio!”.
Nos bajamos
conmocionados, llegó la tomba: “¿Qué pasó? Chinos maricas ¿Quién iba manejando?
¿Estaban bebiendo no? López, échele una revisada al carro”. Yo estaba borracho,
trabado, reventado; mi amigo se había subido por la 116 a buscar un teléfono; los
otros dos estaban sentados en el andén.
El tombo revisaba
entre el carro, se me acercaba, me olía; yo no lo miraba a los ojos sino por
allá a la pituitaria. Englobado, vuelto mierda. Uno de los que iba en el carro
se me arrimó y me dijo: “marica, váyase, usted se ve muy mal, fresco; váyase que por
usted sólo, nos encanan”.
Me giré pasitico,
manos en los bolsillos, mirada al piso, y songo sorongo arranqué caminata olímpica por la 116. Cogí
un taxi.
Lo totalmente loco y
demente de toda la situación, mi querido lector, llegó a continuación. El taxista, a la altura de la 100 con séptima y absolutamente inadvertido, me espeta la
editorial de la noche más bizarra y aberrante de toda mi vida: “¿Oiga, los
chinos son la cagada no? Ahí abajito de donde lo recogí a usted, en todo el
cruce de la paralela con 116, unos güevoncitos en un Ford Laser blanco me
cerraron y por allá contra el andén fueron a dar... ¡Usted ni se imagina cómo dejaron ese carro!”.
jajajaja las casualidades d la vida!! excelente!!
ResponderEliminarDe terror!
Eliminarno seaa maricaaa yo me autosuicido como dijo oscar pedazo jajajaja
ResponderEliminar* y uno de los que estaba sin pase al lado mio.
ResponderEliminares como un simple problema matematico.
J.R
Ud.siiii se imagina
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