#51: "Tons qué... ¿Un parquesazo?".

2003. Un viernes me llamaron el Pajarraco y Yucumá, más aburridos que una trucha en un tetero, a ver si hacíamos algo. “Marica, no tengo ni cinco, ¿ustedes qué quieren hacer o qué?”, les dije. “No, pues caiga acá y nos echamos un parquesazo”. “Hágale”.

El pajarraco vivía en un edificio enfrente así que me puse la chaqueta y crucé la calle. Lindo el cuadro: viernes en la noche, tres maricas vaciados, jugando parqués y escuchando Radiactiva, la emisora. Una completa mierda.

Entonces, a la mitad de un chico, me entró una llamada. “¿Alo?”. “¿Ole amigo? ¿Qué más?”. Reconocí inmediatamente una voz femenina así que le dije al Pajarraco que le bajara a la música. “¿Con quién hablo?”. “Marica, pues conmigooo”. “Ooooleee querida ¿qué más?” Era Melisa, una pelada de Neiva que le gustaba doblado y con orégano.

“Marica, estoy acá con unas amigas y queremos hacer algo ¿usted dónde está?”. “Acá donde el Pajarín. Hágale, caigan”. Y entonces, todo se despelotó: el Pajarraco casi se me echa encima pa’ escuchar quién era, Yucumá me hacía caritas de “dígales que vengan y les embutimos trago”. Todos tres estábamos como un platoe’ mazamorra.

En la improvisada y atropellada conversación, y con este par de maricas encima mío, yo atiné a decir: “acá tenemos una botella de guaro”. “Hágale, de una; en una hora más o menos estamos allá”, dijo la nena.

Tan pronto colgué, este par de cotoplas se enloquecieron: “¡¡¡¡MARICA!!!! ¡¡¡¡QUÉ CHIMBAAA!!!! ¡¡¡¡¿¿¿A QUÉ HORA VIENEN???!!!! ¡¡¡¡¿¿¿QUÉ LE DIJERON???!!!! ¡¡¡¡COMPREMOS UNA BOTELLAE’ GUAROOO!!!!”. 

Pero Houston, tenemos un problema: ninguno de los tres tenía un puto peso.

Entonces nos raspamos los bolsillos, sacamos moneditas de entre los cojines del sofá, e hicimos hasta pa' mierda pa' levantarnos lo de una botella de guaro. En total nos exprimimos 14 mil pesos, con los que compramos una botella del peor aguardiente de Colombia: Néctar. Yendo pa’l estanco de la esquina, y en nuestra miserable y desparchada existencia, nos veíamos en zipote Californication.   

Cuando volvimos al apartamento, el Pajarraco entró a la cocina y metió la botella del preciado líquido en el congelador, y todos como unas completas maricas, dichosas, nos pusimos a jugar parqués mientras las chicas llegaban.

Sucede, mi apreciado lector de Pero No Se Me Delique, que nuestro amigo, el Pajarraco, es un obseso fastidioso hijo de puta, y se paró 400 mil veces a joder con la puta botella, cada una de ellas por diferentes motivos: “oigan, voy a girarla que es que quedó como torcida”; “’pérenme yo voy y la corro que es que ahí de pronto se quiebra”; “voy a echarle ojo porque qué tal que se estalle”… Y JODA.

Y fue en pleno chico de parqués cuando llamaron de portería: “¡¡¡¡MARICA, MARICA!!!! ¡¡¡¡LLEGARON ESTAS VIEJAS!!!!” dijo el Pajarraco colgando el citófono. Yo me paré, me acicalé; Yucumá prendió un cigarrillo. Todos nos volvimos unas maricas contentas porque, por fin, después de tres meses de pura paja y parqués, había trago y viejas.

Y entonces, con las nenas entrando al edificio, lo increíble, lo más absolutamente hijo de puta, mi apreciado lector, de repente, sucedió... "¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡POOFFFFFFFF!!!!!!!!!".  

“¿¿¿¿¿¿¿ESA MIERDA QUE FUE????????”, preguntamos desde la sala Yucumá y yo; el Pajarraco, con cara de fatuto glande y con una vocecita que parecía un pedo silencioso, asoma su nalgoso rostro por la cocina y contesta: “marica, la botella se cayó…”.

“¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿¿QUÉÉÉÉÉÉÉÉÉÉÉEÉÉÉÉÉÉÉÉ QUÉÉÉÉÉÉEÉÉÉÉÉÉÉÉÉÉÉE??????????????????”… Gritamos Yucumá y yo.

Y sí, mi querido lector. Efectivamente, este sopla bálanos del Pajarín abrió el congelador, y la botella se rodó y se estalló contra el piso. Todos los tres, como las completas maricas perdedoras que éramos, nos miramos con cara de “¿¿¿¿Y AHORA QUÉ VERGAS VAMOS A HACER????”.  

En ese instante, el timbre sonó.

Yo abrí la puerta mientras Pajarín secaba a toda mierda el zipote mierdero con un trapero, y mientras Yucumá se sentaba en la sala a cogerse los boliquesos a patadas. “¿Ole marica? ¿Qué ese tufo? ¿Cuántas se han bajado?”, preguntó Melisa mientras me saludaba de pico. “No, nada, siga…”. Las nenas entraron, se sentaron, y no hacían sino mirar con desconcierto el extraño corretear del Pajarraco con su oloroso trapero escurriendo aguardiente.

Por supuesto que sin trago, y sin plata, el tercer elemento de la ecuación (las viejas) desapareció: no hicimos una fatuta mierda, no tomamos un culo, no nos rumbiamos a nadie, no nos comimos a nadie, nos quedamos sin un puto peso. Y justo ahí, el Pajarraco espeta su frase célebre de todos los putos viernes… “Nooo marica... ’Tons qué… ¿Un parquesazo?”.

1 comentario:

  1. Por favor joven más respeto con el aguardiente predilecto de Colombia, a mí el Néctar me encantaba. Por cierto, tenía un amigo con el que los viernes de desparche el plan era coca cola y marlboro mientras hacíamos el crucigrama grande de las aventuras dominicales de el tiempo.

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