#44: ¡Un breve y divertido cuento de navidad!

24 de diciembre de 1999. Como todas las navidades, uno la pasaba con la familia y después de las 12 salía a delinquir en combo. Extrañamente, esa navidad, todo mi grupo se abrió: unos querían una mierda; otros, otra; unos que con la novia, otros que con la familia. Mi novia de la época me dejó botado.

Así que yo terminé con Rulfo, un amigo del grupito, en el apartamento de él, jartando aguardiente, escuchando música y hablando mierda hasta las 6 de la mañana. Hablamos de viejas, de música, de política, de religión. Era todo un parche.
 

Entrada la madrugada, ya estábamos bien jartos, y de repente, el güevón me sale con estas: “¿oiga ¡hick! por qué no vamos a darle ¡hick! serenata a Laura ¡hick! Torrado?” (ciudadana de Neiva, entre todos conocida). “¿Cómo así?”, le contesté yo. “Sí, marica ¡hick!... Vamos al Altico (barrio de Neiva) y nos levantamos unos ¡hick! músicos y le llegamos con serenata al apartamento ¡hick! de ella”.  

“Hágale”, le dije yo.

Nos subimos al Monza destartalao’ del marica, ebrios, vueltos mierda, disque a darle serenata a una peladita que apenas habíamos visto. ¡¡¡¿Háganme el hijue’ puta favor?!!!

Llegamos al Altico; parqueamos. Se arrimaron dos guitarristas y un tiplero: “¿qué nejecita amistá?”. Rulfo y yo nos tanteamos los bolsillos: “hijue’ puta… $20.000 pesos”. Empezamos a negociar: “¡nosotros queremos una mierda sencilla! ¡Tampoco tanta maricada! ¡Dos cancioncitas, $20.000 pesos! ¡Ya, súbanse rápido y luego allá miramos! ¡Quiubo a ver! ¡Eso es de una!...”. No cuadramos a ninguno.

El caso es que llegó uno con una guitarra con solo dos cuerdas, ebrio y con media caja de dientes. “¿Cuánto tres cancioncitas pa’ una dama parcero?”, dijimos nosotros. “$20.000, ahí”. “!Listo! ¡Tenga el billete! ¡súbase a ver!”.

Llegamos al edificio, rascaos, ebrios, vueltos mierda. Nos bajamos del carro y le dijimos al serenatero que nos esperara ahí en el andén. Subimos hacia la portería y paila: con esa rasca, facha y a esa hora, no nos dejaron entrar.
 
Entonces se nos ocurrió: “¡marica! ¡Hick! ¡Llamémosla pa’ que se levante y nos deje pasar!”. Nos subimos al carro, le dijimos al serenatero que nos esperara, y arrancamos a toda mierda buscando un teléfono público (era 1999). Empezamos en Limón&Menta, luego cogimos la Avenida La Toma hacia arriba, y ni mierda; bajamos por la Tenerife, ebrios, jartos, vueltos cuca. “Marica ¡hick! Tiene que haber un puto teléfono por acá”. Nada.

Emputados, con la cara hirviendo de la rasca y después de dar vueltas por 10 minutos buscando un puto teléfono, le dije a Rulfo: “marica ¿sabe qué? Ya suerte, camine, abrámonos pa’ su casa a seguir bebiendo”. “Marica, ¿y el serenatero? ¿No será cagada dejarlo ahí tirado?”, preguntó él. “¡Nah!
 Que se devuelva a pié ese hijue’ puta”, dije yo.
                                   
Como a la media hora, ya llegando a la casa del marica, paramos en un estanco a comprar más guaro.  Yo me bajé y me esculqué los bolsillos pa’ sacar la plata: “ole marica, ¿los $20.000 dónde están?”, le pregunté; “¿cómo así? ¿Usted no los tiene?”; “No, nada ¡yo no tengo un peso!”; “¿y entonces?”; “¡pues no sé!”... Y tras mirarnos a la cara gritamos los dos como un par de putas güevas: “¡¡¡¡MARICA!!! ¡¡¡LA PLATA SE LA QUEDÓ EL HIJUE’ PUTA MÚSICO!!!!”. ¡¡¡¡PLOP!!!!

1 comentario:

Gracias por opinar, pero no como en El Tiempo.com: