#25: "¡Ulá lá lé, borracha!".

Fui de rumba con dos amigos y una nena de Neiva muy conocida. Era una casa en Cedritos. La pelada era atractiva, simpática, tenía severo bómper delantero, el cuerpo curvilíneo y dos almohadas de carne magra en esas nalgas. 

En la casa, con el trago, la música y la vaina, se dio que la nena, ya avanzada la noche, terminó rumbiándose a uno de mis amigos. Mi otro amigo y yo sólo decíamos: “maldito bulto tan de buenas”. La nena estaba bien jalada, y se lo chupeteaba como si el hijo de puta fuera un hueso de marrano.

Nos fuimos, entonces, porque era evidente que estos dos ya querían era “pegarle al sabor”, “apuñalar el osezno”, “darle tetero a la mueca”. Nos montamos en un taxi. Yo, adelante, y mi amigo, atrás, con ellos dos. La nena tenía esa ingle en llamas y le pegó qué bluyineada al tonto este enfrente del taxista y de nosotros. Casi nos volcamos como 4 veces.  

Llegamos a la dirección solicitada, y estos, después de comerse una hamburguesa se iban de aquelarre genital. “Bueno marica”, le dijimos mi otro amigo y yo al care waffle este. “Nos hablamos mañana, suerte con la vaina”. Yo me fui a la casa con severenda película porno en la cabeza. Pues no señores, así, como yo lo pensaba, no iba a ser. Ni parecidito.

Me levanté al otro día y a eso de las 8 am no me pudo el chisme y llamé a mi amigo. Me contestó. Le dije: “bueno, cuente a ver cómo fue la fornicada”. Me dijo: “marica, estoy saliendo de una clínica, pasé ahí toda la noche”. “¡¡¡¿Qué qué?!!! ¡¡¡¿Cómo así?!!!”.

Al ratico de habernos ido, sucedió lo inimaginable: a punto de entrar a comer, a la chica le dio un ataque convulsivo. Mi amigo se metió qué paniquiada y en esas llegó un médico que estaba ahí comiendo. El man le dijo: “hermano, esta pelada tiene un ataque, llévela ya para una clínica”.

La nena llegó completamente desgonzada a Urgencias. Mi amigo la esculcó por la billetera pero la belleza había dejado su cartera con todas las vainas en el taxi. El man la cargó hasta la recepción donde, después de exponer la situación, le dijeron: “me da pena con usted pero no lo podemos dejar entrar; la muchacha no tiene papeles de EPS ni nada”.

En ese preciso momento, la nena volvió en sí. Lo primero que dijo fue: “déjenme orinar, déjenme orinar”. Y sí señores, que ahí, en toda la recepción de la clínica, la pelada, forcejeando y echando pata contra todos, le dio por bajarse el pantalón y se pegó su buena meada al lado de una matera (uyuyuyuyuyuy).

Después de que hiciera sus necesidades a la vista de todos ahí, y de que lograran subirle las bragas (¡uf! ¡cómo me calienta esa palabra!), el vigilante los sacó de la recepción; el man se quedó con la nena dos horas en la jardinera de la clínica, sin saber qué vergas hacer con ella.

Al rato, el man de recepción salió y le dijo a mi amigo: “listo, la admitimos, pero USTED firma un pagaré y se hace responsable de los gastos”. El man no se iba a responsabilizar de la deuda, así que, mientras le vaciaban 15 bolsas de suero en la vena a la pelada, logró hacerle susurrar a la susodicha un número de un familiar.

Al marica le tocó quedarse toda la noche ahí al lado sirviendo de acudiente, mientras llegaba una tía de la afectada a firmar. Y finalmente, a las 6 am, cuando llegó la señora, mi amigo se abrió pa’ la casa. La pelada está hoy en día más que bien, todo fue vaina del trago. Pero apreciado lector: ¿qué tal esa rasquita? Mi amigo y yo pensamos al otro día: ¡marica! ¡Con tanta gana y todo, mire de la que nos salvamos! ¡jajajaja!.

1 comentario:

  1. Oye, chico malo, ¿no crees que hubiera sido mejor dejar todas estas súper anécdotas bien guardaditas en tu diario adolescente?

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Gracias por opinar, pero no como en El Tiempo.com: