En un paseo yo salí rumbiándomela. Lo único que puedo decir de ella es que tenía unas tetas gigantes, redondas y supremamente masmeludas.
Al llegar del paseo, nos fuimos esa noche a
rumbear a un chuzo en la 130 y pico con 9. Nada, todo normal.
Bebiendo, bailando, hablando mierda. La nena y yo andábamos de cuento pero como
suave: yo estaba cuadrado.
Así que a eso de las 2 de la mañana, ya todos jetos y con el sistema endocrino hirviendo, nos fuimos al apartamento de un amigo de Neiva. Yo le dije a él: “marica, le voy a pegar su respectiva arremetida pélvica a esta nena, así que, ahora que lleguemos a su casa, usté se hace el marica, y de una pa’ la camita”. “Fresco”, me dijo el man. Llegamos, extendimos el sofá cama. Mi amigo se metió al cuarto, casualísimo y se encerró a dormir. Yo dije: “bien”.
Nos empezamos a rumbiar, a manosear, chaolín la blusa. Le safé ese sostén talla 375,4-W, y lo primero fue mandarle la mano a esas tetas, que según mis cálculos, cada una era de unos 4 kilos de puro malvavisco. Yo hacía rato que estaba en bola.
Acto seguido, le metí la mano por detrás, debajo del pantalón, pa’ amasarle esas nalgas, y ustedes, mis queridos lectores, no se imaginan con lo que me encontré. “Uy, jijue’ puta”, dije yo. “No, no, no, marica ¿esto qué es?”, me repetí. Entonces saqué la mano del puro espanto. Pero no aguanté la curiosidad, y volví y la metí. “No seamos tan maricas, pero qué es esta mierda”, en mi mente volví a decir.
Hombre, es que no sé cómo decirles. Ahí donde se unen las nalgas, por ahí abajo, en la “zona pañalitis”, me encontré con tremendo “nido” de vello anal, con pichón y todo. Dios mío, qué pena con usted, apreciado lector, pero es que a esa mierda sólo le faltaba piar. Lo único que atiné a decirme fue: “¿y ahora?”.
La pelada me rumbiaba, embalada. Me pidió que se las chupara, que se las besara. Yo hice de tripas corazón, pero cuando ella se pellizcó de mi espanto, me empezó a preguntar: “Cris, ¿por qué no estás tan duro? ¿Qué pasa?”. Casi le digo: “¡marica! ¡No será porque tú tienes un hijo de puta Guri Guri viviendo en el culo!”.
Yo no hallaba qué hacer, qué decir. La pelada insistía.
Así que, mi apreciado equipo, nos tocó darnos a la pérdida. Esta vez, no sería. Yo empecé a hacerme el dormido, y lo último que recuerdo de esa mujer es su cara, allá abajo, trabajándome la zona genital. Recuerdo que al otro día me levanté y estaba solo en el sofá cama. Nunca la volví a ver.
Por ahí, algunas veces, me acuerdo y créanme que me da un asco el tenaz. ¡Yiugh! Dios quiera que algún día esa china se haya afeitado el perineo porque otro parroquiano como yo ¡no lo hubiera sobrevivido!
“Guri Guri”, ¡yiugh!
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Gracias por opinar, pero no como en El Tiempo.com: